En ocasiones como hoy, me siento sola en esta ciudad. Me encantaría no tener que bajar ni veros la cara ni a ti, C., ni a M., tu perrito faldero. Iré por cuestión de cortesía, por educación y porque, la verdad, no tengo por qué ocultarme de vosotras, pero desde que habéis llegado me encuentro menos a gusto, si cabe, en este pútrido lugar.
Sé qué cara me vas a mostrar, C. Te conozco. Tu altisonante e incordiante voz volverá a hacer acto de presencia y esa risa con aires de superioridad que te gastabas el año pasado resonará en mi cabeza. Me perdonarás la vida todos los segundos que tenga que compartir en la misma habitación que tú y vendrás a saludarme porque yo no moveré ni un solo pie: "¿qué taaaaal?", masticarás esa "a" tanto que parecerá que te has tragado un chicle Boomer. Y yo rumiaré un "brfff" que vendrá a significar bien, no me apetece verte y ojalá no me dirijas más la palabra.
Comentarás en alto, lo suficientemente alto como para que yo te oiga, esté donde esté, que vais a salir esta noche, que tienes novio (tú desconoces que yo ya lo sé, pero como ves, aunque una esté alejada del mundanal ruido, los ecos de la urbe resuenan en mi refugio ascético), que F., J., R. o X., como quiera que ese pobre incauto se llame, os vendrá a buscar, y que te ha regalado ni-sé-ni-me-importa-qué. Me jugaría la vida a que quieres saber qué tal está mi corazón ahora, si sigo con A., si he conocido a alguien, si he engordado o si sigo adelgazando; tranquila, lo vas a seguir sin saber. No es bueno tener demasiada información, después le acaba jugando a una malas pasadas.
Yo nunca he sido como tú, ni he tenido esa vida de princesa de cuento por la que los chicos se pelean. A mí no me han regalado nada, ni me han venido a buscar, ni... no, yo no soy de ésas. Te has comprado zapatos nuevos, esos que oigo resonar en el pasillo. Yo ni siquiera me he puesto falda.
Tú has tardado 3 horas en maquillarte porque hoy no he sido yo la que te ha ayudado, has probado 5 modelos porque no te he aconsejado y te mueres por encontrar a alguien que, como yo, te acabe diciendo: "éste". Y ese éste vale para ropa, maquillaje, zapatos o novios.
Unos vaqueros, unos zapatos planos y una camisa de cuadros son mi indumentaria. No me he maquillado ni la cara ni el alma.
A mí no me llamarán mañana para despertarme con un "te quiero", no me van a regalar flores el sábado y no me van a invitar a pasear por Riazor, sin embargo, yo puedo dormir tranquila todas las noches, aunque sea sola, porque sé que hice lo correcto. Ojalá tú puedas hacer lo mismo, yo de ti, me habría roto la cabeza contra una pared de tanto que me equivoqué pero chica, cada uno es como es.
Buenos días.
ResponderEliminarBuscando por internet he dado con tu blog y me parece muy interesante.
Aprovecho, con tu permiso, para hacerme seguidor.
Un saludo y muy buen fin de semana.