jueves, 21 de enero de 2010

Delirios y obviedades

Esta es una de esas tardes lluviosas como lo son todas en esta bendita ciudad en la que el arte, la historia y la juventud son sinónimo de día de diario, de vida, de muerte y de cumbre celestial en la que tus ángeles y mis demonios juegan al ajedrez, ganando, como lo hace habitualmente, la distancia.

He conseguido no pensar en ti durante unas horas, y me he sentido bien, porque he sido libre. El problema está en que en esas horas, te he sustituido por otro hombre, más acorde conmigo, más cercano. Ayer, igual que hace un mes, me fui por la noche a verle. Nos chocamos y le estorbé para subir al escenario, él me sonrió y me pidió perdón mientras mis mejillas se sonrojaban y mi voz susurraba un:"lo siento".
Subió y tocó, cantó, me miró y me volví a enamorar. Y es que él tiene algo que no he visto nunca en nadie que no fuera yo: sentimiento. Cuando escuchaba a Fran Rey tocar el piano, él sentía, cuando cogía su guitarra, seguía sintiendo, y cuando bebía ron con cola, también.
Verle cantar era una oda a la pasión, un romance sin fin protagonizado por las musas, la música, sus sentimientos y mi admiración.
Desde que le oí por primera vez él ha sido mi tratamiento, mi terapia para olvidarte. Su música es algo diferente a todo lo demás y tú bien sabes que para mí la música siempre será lo primero.
Casi lloro al oírle tocar la guitarra y cantar: "si quieres, te ayudo a subir bolsas del mercado, si quieres, hacemos el verano algo más largo, si quieres nos quitamos la ropa y leemos algo,...".
Sólo espero que algún día alguien comparta conmigo esto, esto que siento cuando la escucho, cuando me paso la tarde viendo vídeos del Youtube de conciertos suyos porque siento que, si no lo hago, me falta algo.
Habré de cambiar Eduardo por Andrés, que, al menos, este último, ya sé que nunca voy a conseguir perderle.