jueves, 27 de noviembre de 2008

Báilame el agua



-Tú siempre esperas gestos, yo palabras... Vivimos en mundos distintos... y dentro de poco, más aún.
-No digas eso...
-Soy realista... El corazón me resbala por las tuberías de este cuarto... ya no hay forma de sacarlo.
-¿Te has vuelto poeta?
-No... lo escribiste tú, hace unos meses...
-Báilame el agua. Úntame de amor y de otras fragancias de tu jardín secreto... Sácame de quicio, hazme sufrir. Ponme a secar como un trapo mojado. Lléname de vida, líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora... No me arrastres, no me asustes... Vete lejos... pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Toca mis ojos, nota la textura del calor. ¿Por cuánto te vendes? Píllate los dedos y deja que te invite a un café. Caliente claro, y sin azúcar... sin aliento...

sábado, 15 de noviembre de 2008

Caminaba por la calle

Hacía tiempo que no salía a la calle a caminar sin rumbo, de un lado a otro, sin más pretensión que la de dejar que mis pies fueran los que me guiaran hacia una meta no decidida.
Hoy lo he hecho. Salí de casa sin mp3, para dejar que mis pensamientos fluyeran del mismo modo en que pretendía que lo hiceran mis pies: guiándose por ellos mismos, sin que les influyera nada más que su propia voluntad.
Llegué a la conclusión de que estaba perdida en el momento en el que no supe cómo seguir con el hilo argumental de la trama que se estaba desarrollando en mi cerebro. Habían pasado varios minutos desde que los edificios ya no me resultaban conocidos pero, aún así, no me sentí desubicada hasta que mi consciencia llamó a la puerta. ¿Hola? Efectivamente estaba sola, en una especie de paraíso rural muy poco urbanita, que sólo he sido capaz de encontrar en dos ciudades, León y Santiago. Tanto aquí como allí, puedes caminar un largo trecho y, de repente, pasar de ver un edificio ultramoderno para tener ante tus ojos un riachuelito cruzado por un puente de madera, siendo todo ello abrazado por una hierba verde, intensa.
Creí sentirme viva como se sienten los niños, descubriendo cosas maravillosamente comunes a cada paso que dan. Creí soñar, una vez más.
Inspiré largo y profundo, dejando que el verde, el frescor del agua, la soledad y la noche entrasen en mí a su libre albedrío. Las lucecitas de las farolas que se veían a lo lejos me mostraban un camino que bien podría haber sido una procesión de luciérnagas. Era hora de volver, de despertarse y hacerse adulta.
La vuelta he de decir que se me hizo triste, la sensación que tuve fue similar a la que te embarga cuando has de volver de un viaje que te sorprende gratamente y del cual, antes de partir, no estabas muy seguro.
He abierto la ventana de mi habitación, desde la que se ve una montaña no muy lejana y el edificio del antiguo seminario. Las calles aledañas están vacías y se entrecruzan en un silencio marcado por el caminar lento de dos chicos que parecen no querer llegar. De vez en cuando algún coche surge de entre la urbe con su rumor, pareciendo pedir perdón a cada paso, por romper la burburja mágica que se crea en este lugar, sabiendo que está disfrutando de algo que sólo se encuentra si te dejas llevar.


Caminé con paso firme y decidido,
al final que tristemente me marcó...

jueves, 6 de noviembre de 2008

Princesa


Hay días en los que una sonrisa hay que buscarla, otros en los que viene sola y otros en los que, te pongas lo que te pongas, te sientes como una princesa.
Ayer fue un día en el que la sonrisa vino sola y me sentí como una princesa.
Entre papeles y bolígrafos apareció una lucecita que me indidicaba que alguien me requería, y ese alguien eras tú.
Nos confesamos entre sensaciones y sentimientos unas verdades que siempre he sabido pero que necesitaba oír, sé que tú también, son esos "extraños momentos" que dices que vivimos.
Hace años me contaron un cuento de princesas a las que todo les salía bien, incluso los baches parecían menos costosos. ¿Seré yo princesa?


Cuando nuestras diferencias congenian como dos gotas de agua....