Pasan esos momentos, de miedo, de pena, de rabia, de inquietud y tú me abrazas... me dices que me quieres y me hago fuerte entre tus brazos. No me atosigas con preguntas, sólo te quedas callado, me escuchas e intentas poner en orden todas las ideas que vierto inconexa y atropelladamente. Ésa es una de mis cinco razones para tener claro que eres tú. Talento innato para comprenderme, para saber qué hacer exactamente ante todos y cada uno de mis estímulos. Siempre aciertas.
Pero no sólo de temor se conforman esos instantes, sino de tiempo, de paciencia, de cariño... y entonces ganas tú, como siempre, y vences esos fantasmas a golpe de abrazo y vuelvo a querer sentirte dentro. Tú y yo, y ese espacio de tiempo inexplicable en el que al tenerte dentro no hay nada más. Me desnudas, me besas, te recreas acariciándome y haciéndome estremecer. Gracias por completarme física, emocional e intelectualmente. Sobre todo hoy, esta tarde. Me has hecho sentir la mujer más hermosa del mundo, especialmente en esos instantes en los que no hubo nada que nos separase.
Hace un año, el día que nos conocimos, te escribí en la piel algo para que no lo olvidases. Hoy tú lo has hecho en la mía.
Sólo tengo una pregunta...¿Qué te parece si seguimos viendo películas juntos el resto de nuestras vidas?
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Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección.