Sí, llegó la última tarde. Ésa que precederá a mi última noche aquí. Pero de eso igual os escribo luego.
Todo sigue igual que ayer, como no podía ser de otro modo. Sin embargo, a pesar de tener que estar estudiando para mi último examen, las cosas huelen bien. Ese aroma primaveral que tiene a bien regalarme Santiago para despedirse de mí no hace más que ayudarme a rememorar todas aquellas tardes ya lejanas en el tiempo en las que quedé con E. en la Quintana para intentar que se pusiera moreno, vi a T. y nos reímos intentando adivinar el set-list de nuestro próximo concierto juntas, merendé crêpes con J., sonreí porque A. había venido a verme, lloré por I., caminé junto a M. con paso firme y decidido intentando dejar nuestras huellas en la plaza del Obradoiro para ver si nos convertíamos en eternas y D. paseó conmigo dos días no mucho tiempo atrás.
Hay mil recuerdos ya empaquetados cuidadosamente en cajas hechas con cariño y aprecio que todos y cada uno de ellos han aportado para la causa. También hay lágrimas, olvido y desengaños, pero todo eso lo he re-escrito en papelitos pequeños, post-it's colocados adecuadamente en la agenda de mi vida para no olvidar pero siempre dispuestos a ser arrancados para dejar sitio a cosas mejores.
Unas chicas han venido a ver mi habitación para el año que viene. Me he sentido orgullosa de poder decir que me voy pero también sorprendida por la facilidad con que un hueco puede ser cubierto por otra persona; sin embargo, el luto que debería tener este cuarto, no será tal. Ni él se lo merece, ni yo lo recomiendo, pues al fin y al cabo: "como lágrimas en la lluvia se irán..."
Bienvenidos al principio del final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección.