Te has ido al ViñaRock, a Villarobledo, a dejarte la garganta con tus amigos viendo a grupos que yo también hubiera querido disfrutar pero que los quehaceres universitarios me impiden exprimir.
En este puente que no he comentado en casa para no tener que ir, voy a dedicarme a echarte de menos; sí sí, en modo profesional. He cargado tu perfil en el caralibro con todas tus fotos, también los vídeos y archivos de voz que tengo tuyos, las ganas de volver a conversar contigo y los cientos de mensajes que guardo en el móvil. Equipo completo.
Ahora sólo me queda darle al ON y que una sonrisa con cierto aire de tristeza se dibuje en mi cara. Pero tú no me dejas. Me has enviado mensajes desde allí: cuando llegaste, cuando viste nuestra estrella, cuando os empezó a llover a mares. Te acuerdas de mí y te preocupas por hacérmelo saber. No eres el chico incógnita que se pasa 3 días sin dar señales de vida, no.
Y todo esto, que yo siempre pensé que era lo normal, ahora que lo vivo, me resulta extraño.
Sinceramente, creo que podré acostumbrarme fácilmente a ello, lo que no tengo tan claro es que me sea tan sencillo asumir que te he encontrado a ti.
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Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección.