Sigo pensando que los lunares de tu cara son estrellas que se caen del cielo por miedo a perderte de vista cuando te encierras en la habitación. Hay paredes que gritan que tú y yo más de una vez follamos inadecuadamente en lugares que no respetamos; sin embargo, también hubo tardes y noches de amor eternas que decidimos abonar como pago a la deuda contraída cuando la pasión desbordante nos urgía desnudarnos y empezar a sudar.
El mar que nos rodea está repleto de redes que ni tú ni yo nos paramos a cortar cuando decidimos luchar juntos contra la marea. Capturados, continuamos empecinándonos en hacer distinta una historia que acabó siendo una más. Nunca fui distinta a la legión de chicas que no significaron nada para ti; me ha costado dos meses aceptarlo, pero he conseguido mentalizarme al ver que tú tampoco brillas más de lo que otros lo hacen después de pasear tu rostro sola, parcialmente acompañada o agradablemente completa.
La soledad es un vestido que sé que me sienta bien. Abraza mis caderas, roza mi pecho y se ajusta a mi cintura hasta empujarme a bailar el "twist'n shout". A pesar de todo, no me gusta... y es que ya lo decía Alice Cooper: "cómo olvidar aquel veneno que he tenido corriendo por mis venas". Es cierto que me he equivocado poniendo fe en brotes que jamás serían verdes junto a mi pero han aparecido siempre caballeros andantes aportando toda su luz, aunque fuera momentánea y sólo yo pudiera verla. Y todavía sigue ocurriendo. Es por eso que a 15 de Abril puedo afirmar que: sin ti, que muchas veces fue sinónimo de contigo, se está bien: hay luz, sol, los pájaros cantan y se puede mirar hacia delante.
Nunca pensé que lo diría... Pero vuelvo a respirar con una ilusión de igual magnitud a la que tenía cuando pasaba aquellos maravillosos días contigo.
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Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección.