Sí, sin duda. Soy idiota y de regalo de Navidad tengo una certificación.
La familia, como siempre, se ha portado entregando paquetes que, probablemente, no sean merecidos; del cariño y todas esas cosas no comentaré nada puesto que es obvio que lo he tenido y en dosis que aún no soy capaz de digerir.
¿Me arriesgo a hacerle caso al corazón o a la cabeza? Tengo que tomar una decisión y ha de ser ya. Todos los factores que me empujan a quedarme son los mismos que me invitan a irme a probar suerte a otro lugar en dos meses. Siempre he tomado mis decisiones por impulsos emergentes de las mismísimas entrañas. De repente, como por arte de magia, un día me levanto con la decisión tomada -meditada hasta límites insospechados- y suele estar relacionado con que quiero a alguien que está en ese lugar. Sin embargo, al cabo de dos meses allí... todo se tuerce, me quedo sola con mi decisión y la vida tiñe de gris todo lo bueno que me reporte lo laboral.
Sinceramente, ahora mismo necesito una burbuja. Hablar muchísimo de cosas que no tengan nada que ver con esto y algo que me aporte seguridad.
Se aceptan sugus y lacasitos.