Cada festivo, cada ocasión en la que vuelvo a casa siempre ocurre lo mismo. El día anterior estoy nerviosa, quiero volver a ver a mi familia, pero, a la vez, estoy deseando quedarme en la ciudad en la que estoy. No es que no quiera a mi gente, simplemente no los necesito tanto físicamente. En realidad, y suena duro decirlo, sólo con oír su voz de vez en cuando me vale, me calman, me tranquilizan, nos contamos todas las novedades en nuestros respectivos quehaceres y marujeamos insanamente durante un par de horas por teléfono. Y vale. Y no hay más.
No soy una persona arisca, o al menos creo que no es la sensación que transmito, más bien la contraria, pero ahora mismo estoy en un momento en el que necesito mi libertad más que nada, más que a nadie. Después del duro varapalo que es el oír, ya casi como rutina, que alguien a quien tú amas, no te quiere, algo ha cambiado en mí. Supongo que ya me tocaba.
Ahora, aparte de ser bastante menos inconsciente, soy mucho más ..¿cómo decirlo?
insensible. Ciertamente, no es una insensibilidad pétrea, algo inerte, es un sentimiento más íntimo, menos generalista.
Si hay algo que puede molestarme sobremanera éso es la ruptura de un silencio cargado de un pensamiento profundo. Y últimamente yo los tengo, tanto las molestias como los pensamientos. Sé que los demás no pueden saber cuándo y por qué mis silencios son como son, pero más de una vez me hubiera gustado tener un cartelito que pusiera: "Silencio, se piensa". ¿Nadie lo hace? ¿Sólo yo?..
Escucharse a uno mismo, los silencios y los pensamientos que, a voces, intentan hacerse un hueco en nuestras vidas, estoy segura de que solucionarían muchos problemas que, realmente, si nos parásemos un poco a pensar, no lo son.
Irme a casa de mis padres, volver a ella, es sinónimo de no ser capaz de tener este tipo de pensamientos, de una ruptura constante de mi espacio, de mis silencios y éso hace que termine pagándolo con ellos, a veces de manera desmesurada, con contestaciones inapropiadas.
Vivir aquí ha hecho que me habitúe a poder expandirme en todo momento, me ha enviciado como nunca creí que lo haría al hecho de estar sola y creo que, por un lado, ha sido perjudicial. Si bien es cierto que también me ha ayudado a fortalecer la aptitud socializadora que ya tenía, mejorando el modo de relación interpersonal, de lo que se deduce que
lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Si sólo es cuestión de tiempo y, yo misma, rompo mis silencios...