viernes, 18 de febrero de 2011

Miedo en gris

Hace 4 días que la soledad se volvió a soldar a mi espalda. A veces pienso que es mejor dejarla ahí, sé que me sirve de escudo para ciertos males, pero también que con ella carezco de una serie de sensaciones que cuando estoy acompañada me hacen llegar a un lugar mucho más agradable de lo que en sí, la rutina amorosa, me puede llegar a parecer. Sea como sea, el caso es que tengo miedo.

A ratos me descubro sonriendo porque recuerdo ciertos gestos o comentarios tuyos e ipso facto la crisis de ansiedad vuelve: taquicardia, sudores, hiperactividad cosida a una apabullante necesidad de calma... Y vuelvo a tener miedo, más que nada, porque esta vez, en sólo un mes, estoy sintiendo algo que antes consiguieron nueve; y no sé si es que estoy más sensible o es que tú has significado más en mi vida, pero el hecho es que es así.

Supongo que tu silencio no ayuda a que haya un carpetazo sonoro que ponga fin a esta historia, pero tengo que darlo porque sino, de seguir así, va a poder conmigo y eso sí que no me lo puedo permitir bajo ninguna circunstancia.

Los hechos inconclusos me desconciertan porque, vivido lo vivido, acaban volviendo a resurgir y no se puede estar seguro de que aquel último adiós fue eso, el punto final. Contigo no ha habido una discusión previa que me haya hecho prever esta circunstancia, más bien fue todo lo contrario, tus últimas palabras hacia mí fueron de amor, cosa que aún me deja más patas arriba. Pero, como ya escribí una vez: te despediste a la francesa con la gracia flamenca de un buen silencio. Y olé.

Te has ido cuando más soplaba el huracán, cuando llegó el mal tiempo, cuando las cosas volvían a la normalidad, quizá por ello creí leer un cartelito que ponía: "Welcome al infierno".

2 comentarios:

Si todo es imperfecto en este mundo imperfecto, el amor es lo más perfecto de todo precisamente por su perfecta imperfección.